


Nuestra Señora de la Presentación del Quinche
Ecuador
Fiesta central: 21 de noviembre
|
Hacia el año 1585 existía cerca de Quito una tribu de indios, llamados Oyacachis. Convertidos a
la fe desearon poseer una imagen de la Santísima Virgen. Los indios de Lumbicí mandaron hacer una estatua al escultor quien
al final se las vendió a los indios Oyacachis. La llevaron al pueblo y la vistieron con una sencilla túnica tejida. Buscando
un sitio apropiado donde colocarla, toparon con un nicho cavado en una dura roca y allí la colocaron. En aquel improvisado
altar, comenzaron a venerarla los indios y -según cuentan- la Virgen agradecida por sus obsequios, empezó a derramar sobre
ellos sus gracias. La fama de la Virgen de Oyacachi se extendió por la comarca y entonces pensaron los indios trasladarla
y edificarle una Iglesia. En Oyacachi permaneció la milagrosa imagen alrededor de 15 años, pero a fines del siglo XVI, se
trasladó al pueblo de Quinche donde se le erigió un templo. La imagen es de madera, de unos 62 centímetros de altura y se
halla cuidadosamente tallada y adornada.
La imagen fue coronada canónicamente en 1943 y su fiesta se celebra el 21 de noviembre.
Nuestra Señora del Quinche
Patrona de Ecuador, su festividad se celebra el 21 de noviembre.
El
pintoresco pueblecito del Quinche se asienta en el noroeste de la ciudad de Quito en las faldas de la cordillera occidental,
en un suave declive que se eleva desde el río Guayllabamba hasta los primeros contrafuertes de dicha cordillera.
Erigido
en 1596 el santuario de Guápulo, los indígenas de Lumbicí, lugar perteneciente al pueblo de Cumbayá, pidieron una copia, lo
más exacta posible, de la bellísima y afamada imagen de Nuestra Señora de Guápulo. Entonces, don Diego de Robles, quien esculpió
esta preciosa imagen, trabajó con el cedro y otros maderos que le sobraron de la primera.
Los indios de Lumbicí, no
pudieron pagar a Robles el precio convenido, por eso el escultor se llevó la imagen y la dio al pueblo de Oyacachi a cambio
de unos tablones de fino cedro que éste necesitaba para sus trabajos. Desde entonces, este pueblito situado en la falda superior
de la cordillera oriental sobre el río Guayllabamba, se empezó a volver muy popular.
Los indígenas, vistieron la imagen
según la costumbre española y la acomodaron en la hendidura de una peña. Apenas la efigie ocupó el lugar, bandadas de cantoras
avecillas revoloteaban constantemente entorno a ella alegrando todo el lugar con sus trinos. Y cuando al descender la noche
se retiraban los pajarillos, un resplandor hermoso circundaba la imagen de María.
Pronto la Virgen de Oyacachi llegó
a ser famosa en toda la comarca. Numerosas romerías de los pueblos vecinos comenzaron a frecuentar este sitio, antes desconocido.
Por
este motivo, los indios se vieron en la necesidad de construir una capilla o una pequeña iglesia para colocar en ella la imagen
de la Virgen. Entonces comenzaron otros prodigios que comprobaban el deseo de la Virgen que se erigiese un santuario.
Don
Diego Robles regresó un día a Oyacachi. Los indios se regocijaron y le pidieron que se quedara unos días entre ellos, para
construir en madera un altarcito para la Santísima Virgen. Robles se negó y emprendió el viaje de regreso a Quito.
En
un momento, al pasar por el puente de un caudaloso río, el caballo dio un salto y lo lanzó fuera de la silla. Robles iba a
caer en lo más hondo de las aguas. De pronto, uno de sus pies se enredó entre los maderos del puente. Al verse a punto de
perecer, clamó a la Virgen de Oyacachi. En ese instante atravesaban el puente dos caminantes que, movidos por piedad y compasión,
se acercaron al desventurado Robles y le sacaron del peligro.
Cuando el artista quiso darles las gracias, ellos ya
habían desaparecido. El escultor comprendió que fue una gracia del cielo. Por eso decidió volver a Oyacachi y allí construyó
el altarcito de la Virgen.
En 1604, el Obispo del lugar ordenó el traslado de la imagen de Oyacachi al pueblo del Quinche,
más cimentado en la vida cristiana, y fue puesta en la iglesia parroquial, convertida en su nuevo santuario.
Sin embargo,
pronto tuvieron que pensar en la construcción de un templo más grande. En 1630 la sagrada imagen fue trasladada a su nuevo
santuario. Con el tiempo la construcción sufrió varias modificaciones. Después del terremoto de 1869 el templo fue reconstruido.
La
última construcción del templo se remonta al año de 1905 y su consagración al año 1928. La imagen fue coronada canónicamente
en 1943 y su fiesta se celebra el 21 de noviembre. En 1985, Roma declaró al Quinche Santuario Nacional del Ecuador.
La
imagen, que es una fina talla en madera de cedro de unos 62 cm. de alto, está revestida por un amplio y lujoso ropaje de brocado
cubierto de gemas, y bordado con hilos de oro y plata que sólo dejan ver su rostro moreno y apacible. La Virgen lleva un cetro
en la mano derecha y con la izquierda sostiene el Niño en actitud de bendecir, mientras sostiene una esfera de oro coronada
por una cruz.
A los pies de la imagen, la peana y la gran media luna, ambas de plata pura, y las pesadas coronas imperiales
de oro y piedras preciosas manifiestan la generosidad del pueblo ecuatoriano que gusta ver a su patrona resplandeciente, vestida
siempre con las mejores galas.
El rostro de Jesús evoca las facciones de los niños mestizos de aquellas sierras. Mestizo
es el color de la Madre, síntesis del alma del inca y del español. Su fina nariz está enmarcada por un delicado rostro ovalado
de labios delgados y boca pequeña; sus ojos achinados y su mirada triste con los párpados entrecerrados o caídos le confieren
una dulzura única. Por eso esta advocación es tan popular en Ecuador, especialmente entre los indios que llaman con afecto
"La Pequeñita" a su protectora del cielo.
|