


Nuestra Señora de Guadalupe
México
Fiesta central: 12 de diciembre
Un sábado 9 de diciembre, el indio Juan Diego, recién convertido a la fe católica, se dirigió al
templo para oir Misa. Al pie de un cerro pequeño llamado Tepeyac vio una nube blanca y resplandeciente y oyó que lo llamaban
por su nombre. Vio a una hermosa Señora quien le dijo ser "la siempre Virgen María Madre de Dios" y le pidió que fuera donde
el Obispo para pedirle que en aquel lugar se le construyera un templo. Juan Diego se dirigió a la casa del obispo Fray Juan
de Zumárraga y le contó todo lo que había sucedido. El obispo oyó con admiración el relato del indio y le hizo muchas preguntas,
pero al final no le creyó.
De regresó a su pueblo Juan Diego se encontró de nuevo con la Virgen María y le explicó lo ocurrido.
La Virgen le pidió que al día siguiente fuera nuevamente a hablar con el obispo y le repitiera el mensaje. Esta vez el obispo,
luego de oir a Juan Diego le dijo que debía ir y decirle a la Señora que le diese alguna señal que probara que era la Madre
de Dios y que era su voluntad que se le construyera un templo.
De regreso, Juan Diego halló a María y le narró los hechos. La Virgen le mandó que volviese al
día siguiente al mismo lugar pues allí le daría la señal. Al día siguiente Juan Diego no pudo volver al cerro pues su tío
Juan Bernardino estaba muy enfermo. La madrugada del 12 de diciembre Juan Diego marchó a toda prisa para conseguir un sacerdote
a su tío pues se estaba muriendo. Al llegar al lugar por donde debía encontrarse con la Señora prefirió tomar otro camino
para evitarla. De pronto María salió a su encuentro y le preguntó a dónde iba. El indio avergonzado le explicó lo que ocurría.
La Virgen dijo a Juan Diego que no se preocupara, que su tío no moriría y que ya estaba sano. Entonces el indio le pidió la
señal que debía llevar al obispo. María le dijo que subiera a la cumbre del cerro donde halló rosas de Castilla frescas y
poniéndose la tilma, cortó cuantas pudo y se las llevó al obispo.
Una vez ante Monseñor Zumarraga Juan Diego desplegó su manta, cayeron al suelo las rosas y en la
tilma estaba pintada con lo que hoy se conoce como la imagen de la Virgen de Guadalupe. Viendo esto, el obispo llevó la imagen
santa a la Iglesia Mayor y edificó una ermita en el lugar que había señalado el indio.
Pio X la proclamó como "Patrona de toda la América Latina", Pio XI de todas las "Américas", Pio
XII la llamó "Emperatriz de las Américas" y Juan XXIII "La Misionera Celeste del Nuevo Mundo" y "la Madre de las Américas".
Visite nuestro especial sobre la Virgen de Guadalupe
Patrona: Nuestra
Señora de Guadalupe
Emperatriz de las América
Fiesta: 12 de diciembre
La Virgen de Guadalupe, Año 1531
Cómo sucedió la aparición de la
Virgen en Guadalupe.
Tomado del escrito indio Nican
Mopohua del siglo dieciséis
Un sábado de 1531 a principios de diciembre, un indio llamado Juan Diego, iba muy de
madrugada del pueblo en que residía a la ciudad de México a asistir a clase de catecismo y a oír la Santa Misa. Al legar junto
al cerro llamado Tepeyac amanecía y escuchó que le llamaban de arriba del cerro diciendo: "Juanito, Juan Dieguito".
Él
subió a la cumbre y vio a una Señora de sobrehumana belleza, cuyo vestido era brillante como el sol, la cual con palabras
muy amables y atentas le dijo: "Juanito: el más pequeño de mis hijos, yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero
Dios, por quien se vive. Deseo vivamente que se me construya aquí un templo, para en él mostrar y prodigar todo mi amor, compasión,
auxilio y defensa a todos los moradores de esta tierra y a todos los demás amadores míos que me invoquen y en Mí confíen.
Vas donde el Señor Obispo y le manifiestas que deseo un templo en este llano. Anda y pon en ello todo tu esfuerzo".
"Ten
seguro que te agradeceré bien y te lo pagaré. Vas a merecer que yo te recompense el trabajo y fatiga con que procuras hacer
lo que te encomiendo".
Él se arrodilló y le dijo: "Señora mía, voy corriendo a cumplir lo que me has mandado.
Yo soy tu humilde siervo". Y se fue de prisa a la ciudad y en derechura al Palacio del Obispo que era Fray Juan de Zumárraga, religioso
franciscano.
Cuando el obispo oyó lo que le decía el indiecito Juan Diego, no le creó. Solamente le dijo: "Otro
día vendrás y te oiré despacio".
Juan Diego se volvió muy triste porque no había logrado que se realizara su mensaje.
Se fue derecho a la cumbre del cerro y encontró allí a la Señora del Cielo que le estaba aguardando. Al verla se arrodilló
delante de Ella y le dijo: "Señora, la más pequeña de mis hijas, niña mía, expuse tu mensaje al Sr. Obispo, pero pareció
que no lo tuvo por cierto. Comprendí por la respuesta que me dio que pensó que quizás que es una invención mía que Tú
quieres que te hagan aquí un templo, y que eso no es una orden tuya. Por lo cual te ruego que le encargues a alguno de
los principales que le lleve tu mensaje para que le crean, porque yo soy un pobre hombrecillo, el último de todos. Perdóname
que te cause esta gran pesadumbre. Señora y Dueña Mía".
Ella le respondió: "Oye, hijo mío, el más pequeñito, es
preciso que tú mismo solicites y ayudes a que con tu mediación se cumpla mi voluntad. Mucho te ruego, hijo mío, y aún
te mando, que otra vez vayas mañana a ver al Sr. Obispo. Dile que yo en persona, la siempre Virgen María, Madre de Dios,
te envía, para hacerle saber mi voluntad: que deben hacer aquí el templo que les pido".
Pero al día siguiente el obispo
tampoco le creyó a Juan Diego y le dijo que era necesaria alguna señal maravillosa para que se pudiera creer que sí era
cierto que lo enviaba la misma Señora del Cielo. Y lo despidió.
El lunes Juan Diego no volvió al sitio donde se le
aparecía nuestra Señora, porque su tío Bernardino se puso muy grave y le rogó que fuera a la capital y le llevara un sacerdote
para confesarse. Él dio la vuelta por otro lado del Tepeyac para que no lo detuviera la Señora del Cielo, y así poder
llegar más pronto a la capital. Más Ella le salió al encuentro en el camino por donde iba y le dijo: "Ten entendido hijo
mío, el más pequeño, que no es tan importante lo que te asusta y aflige. No se entristezca tu corazón ni te llenes de
angustia. ¿Acaso no estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿Acaso no soy tu ayuda y protección? No te aflijas por la enfermedad
de tu tío, que en ese momento ha quedado sano. Sube ahora a la cumbre del cerro y hallarás distintas flores. Córtalas y tráelas".
Juan
Diego subió a la cumbre del cerro y se asombró muchísimo al ver tantas y exquisitas rosas de castilla, siendo aquel un
tiempo de mucho hielo en el que no aparece rosa alguna por allí, y menos en esos pedregales. Llenó su poncho o larga
ruana blanca con todas aquellas bellísimas rosas y se presentó a la Señora del Cielo. Ella le dijo: "Hijo mío, esta
es la prueba que llevarás de parte mía al Sr. Obispo. Te considero mi embajador, muy digno de mi confianza. Ahora te ordeno
que sólo delante del Sr. Obispo despliegues tu manta y descubras lo que llevas. Contarás todo lo que viste y admiraste
para que puedas inducir al prelado, con objeto de que se construya el templo que he pedido".
Juan Diego se puso
en camino, ya contento y seguro de salir bien. Al llegar a la presencia del obispo le dijo: "Señor, hice lo que me mandaste
hacer: Pedí a la Señora del Cielo una señal. Ella aceptó. Me despachó a la cumbre del cerro y me mandó cortar allá unas rosas
y me dijo que te las trajera. Así lo hago, para que en ellas veas la señal que pides, y cumplas su voluntad. Helas aquí".
Desenvolvió
luego su blanca manta, y así que se esparcieron por el suelo todas las diferentes rosas de castilla, se dibujó en ella
y apareció de repente la preciosa imagen de la Virgen María, Madre de Dios, tal cual se venera hoy en el templo de Guadalupe
en Tepeyac. Luego que la vieron, el Sr. Obispo y todos los que allí estaban se arrodillaron llenos de admiración. El prelado
desató del cuello de Juan Diego la manta en que se dibujó y apareció la Señora del Cielo y la llevó con gran devoción al altar
de su capilla. Con lágrimas de tristeza oró y pidió perdón por no haber aceptado antes el mandato de la Señora del Cielo.
La
ciudad entera se conmovió y venían a ver y admirar la devota imagen y a hacerle oración y le pusieron por nombre la Virgen
de Guadalupe, según el deseo de Nuestra Señora. Juan Diego pidió permiso para ir a ver a su tío Bernardino que estaba muy
grave. El Sr. Obispo le envió un grupo de personas para acompañarlo. Al llegar vieron a su tío que estaba muy contento y que
nada le dolía. Y supieron que había quedado instantáneamente curado en el momento en que la Sma. Virgen dijo a Juan Diego:
"No te aflijas por la enfermedad de tu tío, que en este momento ha quedado sano".
El señor Obispo trasladó a la Iglesia
Mayor la santa imagen de la amada Señora del Cielo. La ciudad entera desfilaba a admirar y venerar la Sagrada Imagen,
maravillados todos de que hubiera aparecido por milagro divino; porque ninguna persona de este mundo pintó su preciosa imagen
(hasta aquí el relato indio del siglo XVI).
La imagen de la Virgen de Guadalupe
se venera en México con grandísima devoción, y los milagros obtenidos por los que rezan a la Virgen de Guadalupe son tan extraordinarios
que no se puede menos que exclamar: "El Poder divino está aquí".
El Papa declaró a Nuestra Señora de Guadalupe como
"Patrona y Emperatriz de América". Su fiesta se celebra el 12 de diciembre.
Un hecho inexplicable (Tomado de "El Catolicismo"
25 de octubre de 1981).
Los asombrosos descubrimientos que se han hecho acerca del Cuadro de la Virgen de Guadalupe
en México, tienen pasmados a los científicos.
Últimamente se ha formado una comisión de científicos para investigar los
fenómenos inexplicables de esta tela que era la ruana o poncho del indio Juan Diego.
Lo primero que llama la atención
de los expertos textiles es que esta manta se haya podido conservar durante siglos, expuesta al polvo, al calor y a
la humedad, sin que se haya deshilachado ni se haya desteñido su bella policromía. Siempre estuvo así expuesta a todo,
a la topa tolondra, y sólo desde hace unos años la cubrieron con un vidrio.
La tela está hecha con una fibra de
ayate mexicano que se descompone por putrefacción a los veinte años, como ha sucedido con varias reproducciones de la imagen
que se han fabricado en esta misma clase de tejido. Y sin embargo este lienzo lleva cuatrocientos cincuenta años desde
el tiempo de Hernán Cortés, sin desgarrarse, ni descomponerse, y por causas inentendibles a los expertos, es refractaria
a la humedad y al polvo.
La pintura que cubre la tela es otro misterio. El sabio alemán Kuhn, que es premio Nobel
en Química, ha estudiado esta pintura, y su respuesta dejó atónitos a los oyentes: "estos colorantes no son ni minerales,
ni vegetales, ni animales".
Se podía pensar que la tela resistía tanto porque la habían colado y preparado de
manera especial como a otras pinturas famosas para que tuviera gran resistencia.
Pero el sabio Callagan, de la NASA,
de Estados Unidos la ha estudiado con aparatos de rayos infrarrojos y ha descubierto que la tela no tiene ningún engomado
ni preservante, y que no se puede explicar cómo esas pinturas han resistido cuatro siglos en un lienzo tan ordinario. Con estos
rayos infrarrojos se ha descubierto que la imagen no tiene esbozos previos como se ve en los cuadros de Rubens y Tiziano,
sino que fue pintada directamente, tal cual se la ve, sin tanteos ni rectificaciones.
La imagen no tiene pinceladas.
La técnica empleada es desconocida en la historia de la pintura. Es inusual, incomprensible e irrepetible.
LA PUPILA
DE LA VIRGEN: LO MÁS INEXPLICABLE: Un famoso oculista, Lauvvoignet, examinó con un poderoso lente la pupila de la Virgen,
y la observó maravillado que en el iris se veía reflejada la imagen de un hombre. Esto fue el principio de una investigación
que condujo a los más inesperados descubrimientos.
La digitalización consiste en que si se fotografía la pupila
de una persona, con una máquina poderosa y especial, en la fotografía queda todo lo que esa persona está viendo en el
momento de tomar la foto. El Dr. Tosman, especializado en digitalización, o sea en averiguar por medio de fotos lo que
la persona está viendo, le ha tomado fotografías a la pupila de la Virgen de Guadalupe. Las amplía miles de veces, y logra captar
detalles imposibles de ser captados a simple vista. Y los detalles que aparecen en las fotografías de la Virgen de Guadalupe
son: Un franciscano en cuyo rostro se ve deslizarse una lágrima; un hombre con la mano sobre la barba en señal de admiración;
otro indio en actitud de rezar; unos niños y varios religiosos franciscanos más. O sea todas las personas que según la
historia de la Virgen de Guadalupe escrita hace varios siglos, estaban presentes en el momento en el que apareció la sagrada
imagen.
Lo que es radicalmente imposible es que en un espacio tan pequeño como la córnea de un ojo situado en una
imagen de tamaño natural, aún el más experto miniaturista lograra pintar todas esas imágenes que ha sido necesario ampliar
dos mil veces para poderlas advertir.
¡Inexplicable! Fue lo que exclamaron los expertos al conocer la respuesta
del sabio alemán Kuhn cuando comprobó que los colores de esta pintura de la Virgen de Guadalupe no eran ni minerales, ni vegetales,
ni animales.
¡Inexplicable! Exclamaron los sabios norteamericanos Smith y Callagan al comprobar que esta pintura carece
de pinceladas y que esta tela que ha durado 450 años sin dañarse no tiene ningún preparativo que la conserve así.
¡Inexplicable,
radicalmente inexplicable! Exclama el especialista Tonsman al referir en sus conferencias que con su máquina fotográfica
de "digitalización" ha logrado encontrar en las pupilas de la Virgen de Guadalupe las imágenes de todas las personas que
estaban presentes en el día de su aparición.
"Hay que respetar las diversas formas de devoción que la Iglesia ha venido
aprobando a través de los siglos. Devociones de acuerdo con el temperamento, los sitios, los tiempos y la manera de ser
de los fieles. (Concilio Vaticano).
No temas. ¿No estoy yo aquí que son tu madre? ¿No estás por ventura en mi
regazo? No te apene ni te inquiete cosa alguna.
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